Comenzaba diciembre y José Pablo (14) y Catalina (13) se preparaban  para pasar más de dos meses haciendo lo que la mayoría de los  adolescentes de su edad hace durante las vacaciones, es decir, nada.  Pero Pablo, su papá, tenía una idea completamente diferente: en esa  misma fecha, cuando salían del colegio, los reunió y les dijo que  consideraba que ya estaban en edad de trabajar... Un balde de agua fría  para los jóvenes. "A esta edad, si no los pones a trabajar, se vuelven  absolutamente sedentarios: se acuestan a las 2 de la mañana, se levantan  a las 12 del día, ven la tele, juegan Wii y todo lo que hacen es  chatear con los amigos. Si no les sacudes las neuronas, se vuelven  zombies", dice Pablo. 
En Chile, según datos del estudio Actividad Laboral Juvenil en  Verano, del CEOC de la Universidad de Talca, un 12,8% de los jóvenes  chilenos de entre 15 y 24 años gana el dinero a partir de trabajos  esporádicos como, por ejemplo, en supermercados, tiendas, locales de  comida rápida. En el otro extremo, la mayoría, un 59,3%, sigue costeando  todos sus gastos con lo que le dan sus padres.
Pero según este mismo análisis, la tendencia de los trabajadores de  verano va al alza, ya que son muchos los jóvenes que piensan en obtener  un trabajo por la temporada que les permita financiar diferentes gastos  de entretención o vacaciones. Y estos jóvenes no sólo ganan dinero, sino  también experiencia laboral.
Eso le pasó al hijo mayor de Pablo. No estaba precisamente feliz con  la idea de trabajar, pero cuando supo que su papá le pagaría por   ayudarlo durante enero, la cosa mejoró. Aunque no todo pasa por el  dinero. A pesar de que José Pablo lleva sólo una semana cumpliendo  horarios y obligaciones (Catalina empieza después del año nuevo), su  papá ya puede ver los cambios: "El primer día se fue al McDonald's a  comer, pero cuando se dio cuenta de que no le convenía almorzar todos  los días ahí, comenzó a llevarse un sandwich y una botella de jugo, que  se prepara él mismo en las mañanas. Creo que eso es importante, porque  ésta es una forma de incentivar la responsabilidad, de mostrarles que en  el mundo no todo es bueno o bonito. Los empujas un poco a la vida  real". Quizás por eso los papás de los amigos de sus hijos,  entusiasmados con la idea, le pidieron que si tenía más cupos, llamara  al resto de los jóvenes del grupo. 
Marcia Sasso, sicóloga y académica de la UAI, considera que un  trabajo de verano puede ser una muy buena experiencia, sobre todo "si es  el propio joven el que desea trabajar, ya que el interés o la  motivación van a hacer de esa experiencia algo positivo, que enriquezca  su personalidad, favoreciendo muchos aspectos del desarrollo, como la  autonomía, la autodisciplina, la perseverancia, el esfuerzo y el sentido  de autoeficacia. Además, obtener una remuneración permite que vaya  interiorizando el verdadero valor del dinero". 
Sin embargo, hay que poner límites. La misma especialista sostiene  que los beneficios del trabajo durante el verano dependen de la edad de  los jóvenes y de su motivación. Por ejemplo, dice que lo ideal sería que  un joven comenzara a trabajar después de los 16, porque es la edad en  la que "ya ha consolidado el pensamiento adulto, que le va a permitir  una mejor toma de decisiones, considerar posibles escenarios y distintas  alternativas frente a una situación puntual, analizar en base a un  criterio de realidad y responsabilizarse de sus actos".
La sicóloga y consultora de la Unicef, Soledad Larraín, le quita un  año a esta cifra. Ella plantea que a partir de los 15 años un  adolescente tiene el desarrollo moral suficiente como para entender la  relevancia de las experiencias y sacar partido de ellas. Eso sí, antes  de esa edad, jamás. Larraín es enfática en este punto, porque antes los  niños no tienen claro cómo poner límites, y pueden llegar a tener muy  malas experiencias y ser presionados por otros a hacer lo que no  quieren. 
A la hora de fijar las condiciones, Sasso cree que los padres  deberían seguir dos ideas fundamentales: que las normas del trabajo que  los jóvenes elijan o que se les impongan no sea considerado como una vía  de escape a la familia, y que  no trabajen durante todo el verano. 
Un mes es el plazo máximo que Soledad Larraín le pone al trabajo  temporal, porque considera como muy importante que los niños, al salir  del colegio, puedan descansar lo suficiente antes de reincorporarse a su  rutina habitual en marzo. Lo más importante, dicen ambas, es que los  padres conozcan el lugar de trabajo y sepan si las condiciones son las  adecuadas para esta edad, o sea, que no se trate de un lugar peligroso,  con grandes cantidades de ruido o que contenga elementos que, de alguna  forma, puedan atentar contra la salud de los jóvenes. 
Adolescentes: los nuevos trabajólicos
Al parecer, los jóvenes tienen cada vez más ganas de ocupar su tiempo en algo diferente a las actividades del colegio.
Al parecer, los jóvenes tienen cada vez más ganas de ocupar su tiempo en algo diferente a las actividades del colegio.
En otros países, donde la independencia es valorada desde más  temprana edad, ya se comienza a hablar de los nuevos trabajólicos. 
Según un estudio canadiense de 2005, a la hora de hablar de su carga  de trabajo, un 16% de los adolescentes encuestados asegura sentirse un  trabajólico, un 39% estar bajo constante presión por meterse en más  cosas de las que puede manejar y casi un 64% declara que estaría  dispuesto a dormir menos para poder hacer todas las cosas que quiere  hacer. 
Fuente: Diario la Tercera on line, por Jennifer Abate -  26/12/2010 - 09:10

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