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domingo, 27 de marzo de 2011

Lo que gana enseñándole a un niño a perder


"Con una ceremonia de premiación en donde todos fueron considerados ganadores finalizó la segunda versión del campeonato de fútbol para niños de párvulo", apunta la web de un colegio capitalino. Y recalcan que el certamen sólo tuvo un carácter "recreativo y no competitivo".
Ese el tenor de los campeonatos de fútbol para menores: premios para todos, incluido un galardón al equipo "de mejor presentación" (las camisetas más bonitas), un eufemismo para "distinguir" al cuadro de peor rendimiento del torneo. La idea es no dejar a nadie sin medalla.
Pero cada vez hay más especialistas que afirman que en rigor, la premisa de decirle abiertamente a un niño que perdió, no solo no es mala sino que es lo mejor.
Luz David Shields es profesor de la U. de Missouri (EE.UU.), coautora de Competir de verdad: Una guía para buscar la excelencia en el deporte y la sociedad y un convencido que aunque el principal sustento del deporte es el juego en sí mismo, ganar o perder acentúa el nivel de emoción y desafío. "Parte de aprender a competir es aprender qué significa el marcador", dice al diario Boston Globe. En su opinión, retrasar artificialmente el registro de los goles, como promueven muchas competencias, hará más difícil que los niños mantengan las cosas en perspectiva. Y aquí está el matiz. El mensaje más importante para el niño, aclara, no es decirle que perdió, sino que perder no es sinónimo de fracaso. Es simplemente un punto de referencia a un momento concreto y un conjunto de circunstancias. "No podemos inculcarle a un niño ir por la vida con miedo a perder".
"Involucrarse en la competencia incluye afrontar todos sus posibles desenlaces", advierte a La Tercera César R. Torres, de la U. Estatal de Nueva York (EE.UU.), quien añade que "el beneficio de enfrentar todos estos posibles desenlaces, incluida la derrota, es que los niños aprenden sobre su potencial y qué deben realizar para superarse".
Un estudio de 2010 de la U. Estatal de California y de U. de Texas (EE.UU.) corroboró algunos beneficios de competir, especialmente cuando los niños separan ganar "para dominar a otros" de triunfar para "superar metas personales". Cuando lo hacen en este segundo caso, los adolescentes mostraron más autoestima y mejor socialización y menores niveles de depresión. "El mensaje es que la competencia está bien para los niños, siempre y cuando los entrenadores y padres no sólo los hagan competir para ganar. El niño necesita sentir que está mejorando sus habilidades de lo que sea (deportes, música, estudios) en el contexto de la competencia", dice a La Tercera, Dave Hibbard, quien dirigió el estudio.
No los engañe
Una práctica habitual es que los padres engañen a sus hijos haciéndoles creer que ganaron para que no se frustren, pero los expertos piden no subestimar su inteligencia. Si el niño patea mal una pelota (no acierta al arco) y otro niño sí lo hace, percibirá que lo está haciendo mal. "Desde muy chicos saben si han ganado o perdido", dice Hibbard. "Alentarlos a superarse es apropiado, sin embargo, mentirles respecto a sus posibilidades genera falsas expectativas al punto que socava su capacidad para autoevaluarse, comprender la realidad y decidir cuáles son sus intereses y objetivos", dice Torres.
"¿Por cuánto tiempo podrá seguir diciéndole que lo está haciendo bien?", pregunta en el Boston Globle Peter Hager, magíster en Educación Física de la U. Estatal de Nueva York. "No llevar registro de los goles servirá de poco para cultivar la confianza en sí mismo y su autoestima", cuestiona.
Cuando los niños finalmente sean expuestos a los marcadores y entienda vocablos como perder, golear, apabullar, no estarán equipados para entenderlas. Peor aún, por su nulo conocimiento de lo que implica competir, es probable que al hacerlo de verdad, le dé una importancia exagerada.
"Los niños deberían ser introducidos al deporte competitivo a partir del momento que son capaces de comprender esta lógica y procesar adecuadamente sus posibles desenlaces, incluida la derrota, caso contrario es probable que se genere frustración y hasta aversión", dice Torres.
"La competencia es la forma en que se creó nuestra cultura, y no es posible para todos ganar. Haciendo hincapié en los niños que la competencia también trata de expresar lo mejor de uno mismo es la forma más saludable de lidiar con la derrota infantil. Nuestro estudio mostró que una explicación cálida con el niño sobre los sentimientos acerca de la decepción lo ayuda a aprender de la competencia", apunta Hibbard.
David Johnson, de la U. de Minnesota (EE.UU.), dice que es necesario valorar tempranamente qué implica competir. "Implica -entre otras cosas- adquirir habilidades de afrontamiento (cómo enfrentar las dificultades). Para aprender a hacer frente a la adversidad, necesitas algo de adversidad", señala.
Según Shields, un gran logro requiere un gran esfuerzo, y un fuerte deseo de ganar es un poderoso motor para el esfuerzo. "El problema no es ganar, si no, por qué quiere ganar". Si un niño está feliz de ganar una carrera porque su rival se cayó, hay un problema. Para Hibbard, el tema es lograr victorias para superar metas personales, no para avergonzar rivales, porque cuando un menor compite para mostrar dominio, pagará un precio emocional muy alto en el futuro.

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